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sábado, 6 de noviembre de 2010

ÉSTA ES MI VERDADERA IGLESIA

Escrito por Robert Perry, publicado en http://www.circleofa.org/

La Madre Teresa cosechó el respeto del mundo al tenderles la mano a marginados y a los miembros de la sociedad menos favorecidos. No importan las creencias formales que uno tenga, o lo que uno haga con la vida, no podemos menos que admirar tal comportamiento. Innatamente tenemos la sensación de algo noble y verdadero, algo de Dios.

En esta etapa de la historia de Un Curso de Milagros, los que estudian sus enseñanzas no parecen tener fama de este tipo de extensión desinteresada. Es más, yo diría que nuestra fama está en la otra punta del espectro. En "A Better Way" (publicación de El Círculo de Expiación, Sedona, USA), hemos citado más de una vez los comentarios sobre los movimientos religiosos de California, hechos por un experto no identificado. Este experto le dijo a la revista Time que el Curso es "la religión desconectada perfecta" que "le permite a la gente impulsiva, ensimismada, narcisista a continuar con sus costumbres."

Por cierto, es un comentario poco caritativo. Pero no totalmente sin razón. En mi experiencia, nosotros, los estudiantes del Curso, como población, no pareciéramos ponerle gran énfasis en el servicio a otros, especialmente si no son como nosotros -de clase media y cierta cultura. Aún cuando lo hacemos, la mayoría de las veces no lo vemos como algo que el Curso patrocine, sino como algo separado del Curso. En vez de hablar de cómo podríamos ayudar más, muchas veces escucho que tratando de ayudar a otros hacemos el error real. Después de todo, decimos, si el mundo es sólo una ilusión, ¿porqué tratar de arreglarlo?

En respuesta a nuestros planes de dedicar este año al servicio, aquí en el Círculo, hemos encontrado esta ambivalencia hacia el servicio. Nuestra intención de hacer un esfuerzo para servir a gente necesitada, gente que tal vez esté por debajo nuestro en la escala social, les ha parecido forzado, innecesario, y hasta torpe a muchos estudiantes. Su respuesta parece decir que es bueno ser bondadoso con la gente que encontramos naturalmente, que, por supuesto, siempre va a ser la gente que ya es parte de nuestra vida. Pero salir a buscar a completos extraños con el solo propósito de ayudarlos, parece antinatural, hasta ajeno al Curso.

Yo, personalmente, creo que nuestra comunidad del Curso tiene enfrente un tema mayúsculo que debe afrontar. Henos aquí creyendo que el autor de nuestro camino es un hombre a quien se le reconoce haber cruzado los límites sociales, asociándose con los marginados, sanando a los ciegos y a los rengos. Así es como lo describe el estudioso Alemán Gunther Bornkamm en su obra que hizo época Jesús de Nazaret: «Por lo tanto la gente que recibe ayuda de Jesús es siempre, como lo demuestran los Evangelios, gente marginada, hombres que por destino, culpa o prejuicios de esos días, se los considera marcados, marginados: gente enferma...; endemoniados...; leprosos...; los Gentiles que no comparten los privilegios de Israel; mujeres y niños que no cuentan para nada en la comunidad y gente realmente mala, los culpables, a quienes el hombre justo asiduamente mantiene a distancia».

Ésta es una de las cosas más ciertas que sabemos de Jesús históricamente. Sin embargo, ahora resulta que creemos que él ha cambiado de proceder, rechazando este enfoque compasivo de los demás en favor de un enfoque ensimismado de nuestras propias mentes.

Estamos estudiando un libro lleno de imágenes de tenderles la mano a los sin techo (L.166 4-6), de abrir nuestros hogares a extraños que sufren (L.159.7), de ofrecer refugio a los que deambulan sedientos (T.18.VIII.9), de organizar un banquete donde todos son bienvenidos como invitados de honor (T-19.IV(A).16), de establecer templos de sanación "para todos los que están fatigados" (T-19.III.11:3) y ofrecer festines de abundancia para nuestros hermanos hambrientos (T-28.III.7-9)! Son imágenes que se parecen mucho a la forma en que Jesús vivió su propia vida. Sin embargo, hemos logrado ignorar estas imágenes, o descartarlas como metáfora pura.

En un artículo anterior "La Visión Social de Un Curso de Milagros", examiné pasajes del Curso que demuestran una forma totalmente distinta de vivir en sociedad. Esta forma consiste en establecer oasis de amor y perdón en un mundo sediento de amor, y luego invitar a "todos los que están fatigados" a entrar en estos oasis. No quiero repetir lo que dije en ese artículo, sólo quiero que quede claro que Jesús quiso que nosotros sirvamos a otros en las formas tan concretas que he descrito. Cuando el Curso, por ejemplo, habla de ofrecer festines de abundancia para nuestros hermanos hambrientos (T-28.III.7-9), ¿cómo sería eso? Después de todo, en ese pasaje en particular, los hermanos no están hambrientos físicamente, sino por dentro, y el festín se compone de milagros, no de comida.

¿Qué es lo que el autor del Curso verdaderamente quiere decir cuando habla de alimentar a los hambrientos o darles refugio a los sin techo? ¿Lo dice literalmente? Para ser honesto, es difícil estar seguro, por lo tanto en este artículo yo quiero consultar un libro donde sí podemos encontrar la respuesta. Ese libro describe al autor del Curso hablándoles a sus escribas, Helen Schucman y Bill Thetford, acerca de situaciones concretas en el mundo. Ahí, lo que estaba tratando de decir es de lo más ambiguo. Ahí es donde quiero ir ahora, a la guía personalizada que fue para Helen y Bill (que como sabrán, está registrado en Ausencia de Felicidad de Ken Wapnick). Al consultar esta guía, estaré tratando de contestar esta única pregunta: ¿Recibieron los escribas del autor del Curso, indicaciones de servir a otra gente en formas concretas, incluyendo servir a extraños y a los socialmente marginados?

Guía personalizada para Helen Schucman

Cada vez que reviso este tema en Ausencia de Felicidad me sorprende cuántas indicaciones le daba Jesús a Helen para que hiciera cosas para otros. Por ejemplo, Jesús le da instrucciones que visite a un amigo moribundo en el hospital, y que visitara a su suegra cierta tarde en vez de hacer lo que ella quería, que era lavarse la cabeza.

Estos actos de servicio contestan la primera parte de mi pregunta de si Jesús les indicaba o no a sus escribas que sirvieran a otros en formas concretas. Sin embargo, ya que estos actos estaban dirigidos a personas que ya estaban dentro del círculo social de Helen, no contestan la segunda parte de mi pregunta: ¿Recibieron Helen y Bill indicaciones de Jesús de tenderles una mano a los extraños, especialmente a aquellos que estaban socialmente por debajo de su propio nivel?

Esta pregunta comienza a contestarse en otra historia de Helen, que se ha hecho famosa entre los estudiantes del Curso: el cuento de la compra de un tapado de piel. Helen quería tener un tapado de invierno y Jesús le dijo que fuera a un negocio de descuentos, que ella juzgaba que no era lo suficientemente respetable para ella. Ahí, no sólo encontró el tapado exacto que ella quería, sino que también pudo serle extremadamente útil al vendedor, que tenía un hijo retardado (un área de la especialidad profesional de Helen). Después, Jesús dijo que él la mandó a este negocio en particular, porque ahí iba encontrar justo el tapado que quería y "porque el peletero te necesitaba". Entonces, aquí Jesús proclama que envió a Helen a una misión insospechada para ayudar a un completo extraño con un hijo discapacitado.

La Historia de la Clínica Mayo

Encontramos un tema similar, el de ayudar a un completo extraño, en la intrincada y fascinante anécdota de la Clínica Mayo. Esto ocurrió en Septiembre de 1965, apenas antes de comenzar el dictado del Curso. Esa primavera, Helen y Bill se habían unido para buscar "una manera mejor" de hacer las cosas. Esto, como saben la mayoría de los estudiantes del Curso, disparó una serie de visiones internas en Helen, además de una serie de experiencias psíquicas. Helen estaba ahora en medio de la etapa posterior, lo que ella llamaba su "etapa mágica". Los poderes psíquicos que estaba descubriendo le provocó mucha ansiedad, aunque también le causaban sentimientos de orgullo y engreimiento. Sin saberlo, estaba aproximándose a una decisión crucial acerca del propósito que le daría a sus dones recién descubiertas.

En este tiempo, el hospital los mandó a ella y a Bill a una visita de investigación a la Clínica Mayo. La noche antes de partir, Helen recibió en su mente una imagen clara y detallada de una iglesia Luterana, que se sentía segura que verían al día siguiente cuando arribaran a Rochester, Minnesota. Sin embargo no fue así, y luego de una agotadora búsqueda en un taxi que tomaron, pasando por veinticuatro de las casi treinta iglesias de la ciudad, todavía no la habían encontrado. Finalmente, al día siguiente en el aeropuerto, listos para regresar a casa, Bill encontró una guía turística con una foto de la misma iglesia que Helen había "visto." La ironía es que había ocupado el sitio de la actual Clínica Mayo, pero se había demolido a fin de construir el hospital.

En el viaje de vuelta hicieron escala en Chicago. En el aeropuerto, Helen vio a una joven mujer, obviamente viajando sola, sentada contra la pared. Helen, aparentemente en virtud de las mismas habilidades por las que había visto la iglesia, "sentía olas y olas de angustia que la atravesaban". Aunque Bill no quería que Helen les involucrara con esta persona desconocida, y no vio ninguna señal de la angustia que Helen presentía, Helen insistió en que tenía que ir a hablar con ella.

La mujer se llamaba Charlotte. Estaba aterrorizada de viajar y entonces, Helen y Bill se ofrecieron para sentarse de cada lado de ella en el avión, mientras que Helen la tomaba de la mano. Había sentido como que la vida la estaba "acorralando" y entonces, sin hacer ningún plan, había dejado a su esposo y tres hijos, y sin más que una pequeña valija y unos pocos billetes de cien dólares, se iba a Nueva York para empezar una nueva vida, sin planes de alojamiento ni nada.

Era Luterana, y estaba segura que lo único que tenía que hacer era encontrar una iglesia Luterana en Nueva York y que ellos se ocuparían de ella. Bill y yo cruzamos miradas. El mensaje no era difícil de entender. "Y esto," me pareció escuchar, "es mi verdadera iglesia ... ayudar al otro; no el edificio que viste antes." (Viaje sin distancia)

Helen y Bill ayudaron mucho a Charlotte durante su breve estadía en Nueva York. Hasta le encontraron una iglesia Luterana para quedarse. Luego de eso regresó a su familia, y Helen se mantuvo en contacto con ella durante muchos años.

Ésta me parece una historia fascinante, que en el fondo demuestra más de lo que al principio se sospecha. Veámoslo más de cerca. Helen comienza yendo en busca de una iglesia en particular. Pero en realidad es una búsqueda para confirmar sus poderes psíquicos. Esta búsqueda se frustra, y uno tiene la impresión de que debiera frustrarse. Hay algo que no está bien acerca de su afán excesivo de confirmar sus visiones psíquicas. Por lo tanto, aún cuando encuentra su iglesia, descubre que es algo muerto del pasado. Ha sido reemplazado por otra cosa, del mismo modo en que su fascinación con sus poderes tenía que ser reemplazado.

Charlotte también está buscando una iglesia. Ella quiere un lugar que la ayude y que sea un refugio en esta difícil etapa de su vida. Inesperadamente encuentra ese lugar con Helen y Bill. Su verdadera iglesia no era un edificio en Nueva York, sino dos personas que encontró en su camino. E irónicamente, al encontrar Charlotte su iglesia, Helen encontró la propia. Helen había estado buscando una iglesia en particular en Minnesota, pero, al ayudarla a Charlotte, lo que encontró era una iglesia muy distinta. Encontró la verdadera naturaleza de la iglesia en sí.

En el proceso también descubrió el verdadero propósito de sus habilidades psíquicas, pues fue llevada a ambas iglesias a través de esas habilidades. El mismo poder que le reveló la iglesia Luterana también le reveló la necesidad que tenía Charlotte. ¿Cuál era el mejor uso de este poder, ver edificios del pasado, o sentir la necesidad de alguien en el presente? ¿Para impresionar a otros o para ayudar a otros?

Esta experiencia dejó su marca sobre Helen. Le llevó directamente a finalizar su etapa mágica, y más específicamente la llevó a su visión de la cueva de los rollos manuscritos, en que eligió usar sus poderes psíquicos como un canal al servicio de Dios, no como una forma ostentosa de leer el pasado y el futuro. Esta elección significó su plena aceptación de su papel de escriba del Curso, que comenzó sólo semanas más tarde. Helen comenta:

Estoy muy agradecida a Charlotte. Se me ocurre que si no fuera por ella jamás hubiera encontrado el manuscrito sin su ayuda. Es muy posible que la magia tenía que finalizar debido al simple hecho de Charlotte antes de que yo pudiese tomar la decisión final de abandonar la magia reemplazándola por algo mucho más deseable.

En esta experiencia, entonces, Helen y Charlotte están claramente en paralelo. Ambas son mujeres viajando a una ciudad distante, esperando encontrar una iglesia Luterana. Detrás de esa búsqueda, sin embargo, hay otra que es más profunda. Ambas en realidad están procesando un tema mayúsculo de vida, que no es otro que encontrar su lugar correcto. Charlotte quiere salirse de su situación asfixiante y está preguntándose si debiera estar con su esposo e hijos. Helen está procesando qué es lo que debe hacer con sus poderes psíquicos, una cuestión que determinará si ha de cumplir con su función de ser escriba del Curso.

Ambas encuentran su iglesia, pero resulta que ese no es su verdadero destino. Su búsqueda sólo concluye verdaderamente cuando sus caminos se cruzan y se encuentran la una con la otra. A través de su asociación, cada una encuentra la ayuda para resolver el tema que le enfrenta y también su lugar en la vida. Charlotte regresa a su familia (aunque eventualmente se separa de su esposo y es más feliz por ello), y Helen abandona la magia y se embarca en su verdadera función como escriba de Un Curso de Milagros. Ambas, en efecto, descubren que la verdadera iglesia no es los edificios que estaban buscando, sino la profunda ayuda que reciben la una de la otra.

Ken Wapnick dice que ésta "era una de las más significativas experiencias que Helen y Bill compartieron juntos." Da la impresión de haberse entrelazado muchos elementos de manera cuidadosamente orquestada, visiones psíquicas, guía interior, circunstancias físicas, y temas de vida mayúsculas, todas entretejidas para señalar algo. ¿Y qué era ese algo? Se podría decir que era esto: la verdadera espiritualidad no consiste en ir a la iglesia ni de ejercitar poderes sobrenaturales, sino de ayudar a un hermano necesitado. El único propósito de la experiencia era que Helen y Bill le tendieran la mano a esta persona totalmente desconocida; y no a cualquier desconocida, sino a alguien a quien tal vez preferirían evitar, alguien en el proceso de dejar a su esposo y tres hijos sin previo aviso.

Bill no es exactamente un héroe en esta historia, pero ciertamente podemos entender su actitud. Imaginemos que uno está tomando un vuelo a casa a la noche, rendido porque nos pasamos la noche anterior buscando una iglesia infructuosamente. Todo lo que uno quiere es un poco de paz regresando a casa. Entonces, soportando una escala de una hora en un aeropuerto frío, vacío, el acompañante de uno (que lo hizo pasear en busca de esa iglesia) le pone el ojo encima de una desconocida e insiste, primero, que uno tiene que hablar con ella, y luego, que ella se siente entre los dos en el avión. ¿Cómo hubiera reaccionado?

Yo admito que hubiere estado fuertemente tentado a reaccionar justo como lo hizo Bill, y sentir que ayudar a Charlotte era algo que me invadía. ¿Por qué sus problemas se vuelven míos? ¿Por qué he de ser yo el que la ayude? Además me pregunto cuántos de nosotros buscaríamos justificar esta posición con las municiones del Curso. Todos sabemos cuáles son: sus problemas los fabricó ella; sus circunstancias no son reales; su sufrimiento es sólo una proyección mía; yo tendría que cambiar de parecer, no cambiar el mundo; mi única responsabilidad es aceptar la Expiación para mí mismo; etc.

Sin embargo, en el Curso no hay justificación para esta actitud. El hecho es que la elección de Helen de ayudar a Charlotte, como ella misma lo admitió, bien pudo haber sido lo que permitió que el Curso viniera a través de ella. Piénsenlo: si Helen no hubiese ayudado a Charlotte, el Curso tal vez nunca hubiera llegado a tu vida. La próxima vez que sientas un tironeo para que le tiendas la mano a alguien que lo necesita, y estés sopesando si lo vas a ayudar o no, podrías pensar acerca de qué gran cosa podría salir de este gesto de solidaridad.

La conferencia de Princeton

La última anécdota que quiero compartir es el más claro ejemplo de todos los argumentos que estoy tratando de presentar. En enero de 1966, a Bill se le pidió que asistiera a una conferencia sobre rehabilitación en Princeton, Nueva Jersey. Jesús tuvo mucho que decir acerca de esta conferencia. Dijo que había arreglado que Bill fuera. ¿Por qué? Porque Bill necesitaba rehabilitarse, y sólo lo haría si rehabilitaba a otros. Sin embargo, como vimos en la historia de la Clínica Mayo, él se resistía a prestar ayuda. De hecho, les tenía miedo a aquellos que necesitaban rehabilitación. Temía ver los cuerpos tullidos, porque le recordaban lo vulnerable que era su propio cuerpo. Le temía a los cerebros dañados por la misma razón. Y le temía a aquellos con egos débiles, que los hacía dependientes de otros, porque le hacía recordar a su propia debilidad. Como resultado, según Jesús,

Te retraes para permitir que tu ego se recupere y para volver a lograr suficiente fuerza para volver a ser de ayuda sobre una base lo suficientemente limitada que no amenace a tu ego, pero también demasiado limitada para darte alegría a ti. (Ausencia de Felicidad)

¿No es verdad que todos nos podemos identificar con esta actitud? El sólo ver esos cuerpos rotos, cerebros dañados y egos debilitados es algo que casi todos encontramos amenazante. "Ese podría ser yo," nos damos cuenta. Sentimos cómo se socava nuestra estabilidad interna. Entonces qué hacemos, nos ponemos a resguardo, para recuperar la fuerza, de modo que podamos volver y ayudar en la medida que podamos soportarlo. Sin embargo al no ayudar más, no sólo se lo estamos negando a otro, sino a nosotros también. Nos estamos privando de alegría.

Por eso es que Jesús mandó a Bill a esa conferencia, no para escuchar puntos de vista iluminados sobre la rehabilitación. Aparentemente, Jesús no esperaba que hubiese puntos de vista iluminados. Mandó a Bill ahí a enfrentarse con el miedo que le provocaban aquellos que necesitaban ayuda, de verlos como debilitados y dañados a pasar a verlos como merecedores del orgullo de Dios.

A los fines de este propósito, lo mandó a Bill armado con una oración "de verdadera ayuda", tan popular entre los estudiantes del Curso. Muchos de nosotros hemos recitado esta oración muchas veces, tal vez cientos de veces. De lo que tal vez no nos demos cuenta es que fue dado para una situación específica, diseñada para ayudar a Bill a sobreponerse de su miedo de ayudar a todo tipo de personas que, casi seguro, nosotros mismos tendríamos miedo de ayudar. En este caso, no hubo un remedo positivo en la renuencia de Bill de ayudar a otros. No se vio como santo, como una profunda extensión de la enseñanza del Curso sobre la irrealidad del mundo. En vez, se vio de la alegría que debiera ser suya. Ese es el propósito de la última línea de la oración: "Sanaré a medida que le permita enseñarme a sanar" (T-2.V.18:6). Bill sólo encontraría su propia sanación, su propia rehabilitación, cuando aprendiera cómo ser verdaderamente de ayuda a los demás, específicamente, a una población que su ego deseaba evitar.

Conclusión

Comencé preguntando, "¿Recibieron los escribas del autor del Curso, indicaciones de servir a otra gente en formas concretas, incluyendo servir a extraños y a los socialmente marginados?" Aquí es donde creo que la respuesta es clara e indiscutible. Jesús les pidió a sus escribas no sólo que visiten a amigos y parientes necesitados, sino que les tendieran la mano a extraños, extraños que definitivamente caen en la categoría de los socialmente marginados: los discapacitados en su desarrollo, madres que dejan a sus hijos, inválidos y discapacitados, dependientes, y aquellos con daños cerebrales. Esto incluye ayudar a extraños que conocemos espontáneamente (como en las historias del tapado de piel y la Clínica Mayo) e ir a visitar a gente en las instituciones con el propósito de ayudarlos (uno naturalmente estaría haciendo eso justamente en el trabajo de rehabilitación, y Bill tenía que perder su temor de hacer este trabajo). Y hacer este servicio siempre estaba relacionado con recibir bendiciones para uno mismo. Ayudar a otro puede estar relacionado con encontrar el tapado de invierno que necesitas, o tal vez con bendiciones más contundentes, como encontrar tu propia rehabilitación, o convertirte en una persona gozosa, o a asumir el papel que uno tiene en la salvación del mundo.

El mensaje está claro: Cuando Jesús habla en el Curso de abrir nuestra casa a los extraños que sufren, ofrecer refugio a los que deambulan fatigados, o de organizar un banquete para nuestros hermanos hambrientos, no está hablando del todo metafóricamente. En su lugar está ofreciendo pequeñas fotos del tipo de comportamiento que espera de sus seguidores. Me llama tan poderosamente la atención que estas imágenes del Curso sean casi indistinguibles del tipo de servicio que le pidió a sus escribas que llevaran a cabo. Y ambos se parecen casi exactamente al tipo de servicio que Jesús mismo desarrolló cuando caminó sobre la tierra. ¿De verdad nos sorprende?

Para mí todo esto se convierte en una idea asombrosa: desinteresadamente extender nuestra ayuda a extraños y a los socialmente marginados es parte del camino del Curso. Es parte de la forma de vida a la que el Curso nos está llevando. Como Jesús le dijo a Helen, ayudar a otros es su verdadera iglesia. Si nuestro estudio y práctica del Curso no resulta en que les tendamos la mano a nuestros hermanos y hermanas necesitados, entonces no hemos entrado a su iglesia. No hemos traspasado la puerta de entrada.

Y me temo que ahí es más o menos donde está actualmente nuestra comunidad del Curso: parados exactamente como era: el ego de Bill reaccionando con miedo y evitando que Bill disfrutara afuera de la iglesia, hablando de ideas elevadas, y sin entrar. De alguna manera, nosotros como comunidad hemos logrado pasar por alto lo que significa entrar. Para ser honesto, y aquí hablo por mí también, probablemente deberíamos admitir que no sólo lo hemos pasado por alto, sino que a propósito hemos mirado para otro lado. Sabíamos que el autor del Curso afirmaba ser Jesús, y la mayoría de nosotros hemos creído esa afirmación. ¿Qué suponíamos que nos iba a pedir Jesús?